El Soberbio, Misiones (Patricia López Espínola/ Fotos: Axel Monsú). En la comuidad Tekoa Ymá hay varias madres muy jóvenes, y dos mujeres están esperando su segundo y tercer hijo. Pero no sólo carecen totalmente de información sobre ese plan, cuyo objetivo es contribuir a la disminución de la tasa de morbimortalidad materno infantil, a través de un seguimiento y control del embarazo y del parto, sino que además se ven obligadas a tener a sus hijos en el hospital de la localidad brasileña de Itapiranga. Esto se debe a que les resulta más práctico llegar hasta el río y cruzar en canoa hasta Brasil, que acortar los 80 kilómetros de monte que las separa del hospital misionero más cercano, ubicado en la localidad misionera de El Soberbio.
Los integrantes de la aldea, cuyo cacique es Artemio Benítez (77) necesitan recursos que les permita tener una mejor calidad de vida, pero están lejos de todo. La mano del Estado provincial tarda en llegar, mientras los problemas respiratorios y la piodermitis (infecciones bacterianas en la piel) hacen estragos en adultos y niños, a pesar de que según los datos del Ministerio de Salud Pública, en Misiones hay 550 médicos comunitarios destinados para la atención primaria de la salud, y desde su creación, el programa que depende de Nación y articula acciones con los gobiernos provinciales y municipales, financió a siete mil referentes de equipos de salud en todo el país, de los cuales 4000 son profesionales de la salud y 2000 agentes sanitarios.
Las siete familias de Tekoa que fluctúan -se van trasladando hacia otras comunidades de la Reserva o hacia Brasil- necesitan, además de atención sanitaria, la titularidad de sus tierras y documentación. La mayoría carece de DNI y muchos recurren a Brasil también para realizar ese trámite porque les resulta más cerca y menos engorroso, igual que atenderse en el hospital de la ciudad brasileña.
Toda una paradoja teniendo en cuenta que el Plan Mamá también busca asegurar la identidad de todos los nacidos vivos en Misiones, eliminar las asimetrías existentes entre mujeres que cuentan con cobertura social (por tener empleo y perciben asignaciones por nacimiento) y las que no, además de evitar que el estado de vulnerabilidad social, lleve a extremos tales como el desamparo afectivo y físico de los niños.
Sin beneficios
Ninguna de las jóvenes mamás de Tekoa Ymá que sobreviven selva adentro de Misiones como Tekoa Kapi’i Yvaté, Takuaruzú y Ñamandú, por ejemplo, cuentan con los beneficios del Plan Mamá que en la letra chica habla de la inclusión de las madres mbya guaraní, de dotarlas en el período posterior al nacimiento, de herramientas que permitan sustentabilidad laboral; además de brindar a las embarazadas de esa etnia y recién nacidos, las prestaciones necesarias para cuidar su salud, de acuerdo a la agenda sanitaria, en forma absolutamente gratuita. El plan incluye una ayuda mensual de 200 pesos para el sexto, séptimo y octavo mes de embarazo, y de 400 pesos si dentro de los 45 días del nacimiento, la mujer presenta fotocopia del DNI del recién nacido y su inscripción al Plan Nacer; además pretende proveer de DNI “0 años” en maternidades y delegaciones misioneras del Registro Provincial de las Personas, y busca facilitar la accesibilidad a las madres para la finalización de sus estudios primarios y a los procesos de alfabetización. En muchas de las comunidades, nada de eso existe en la práctica.
Aislados
Desde 1994, Artemio Benítez (77) es el cacique de Tekoa Ymá, y con orgullo muestra un carnet que alguna vez le entregaron los blancos para certificar esa condición -según una disposición de abril del 1999- que no hace falta, porque aún sin el carnet es evidente que él es la autoridad de la comunidad en la que está hace 35 años. Está casado con Lucinda Da Silva (63), tienen seis hijos, 37 nietos y cinco bisnietos, desde hace meses no reciben ningún tipo de ayuda del Estado provincial y sanitariamente deben recurrir al hospital de Itapiranga, Brasil, porque el centro de salud más cercano que está en El Soberbio, les queda a 80 kilómetros de distancia, sin embargo, desde la aldea caminan durante una hora hasta el río, lo cruzan en canoa y ya están en Itapiranga, el pueblo brasileño. Carecen de comunicación, aunque pueden sintonizar una radio de El Soberbio (FM América) por donde les suelen enviar mensajes algunas personas que quieren llegar hasta la comunidad. “No queremos que nos saquen el monte porque ahí tenemos nuestros remedios y hasta nuestra comida. Y no nos vamos de acá porque esperamos que se recupere el monte, y nuestra tierra para que nos den lo que nos pertenece”, dice mezclando el mbya guaraní con el portuñol.
En la comunidad no hay agentes sanitarios, cuando se enferman generalmente se curan con hierbas del monte, y si es grave viajan hasta Brasil. Las enfermedades más frecuentes son respiratorias tanto en adultos que fuman cigarrillos, como en los niños cuya tos es frecuente, así como los granos que pueblan sus caritas, brazos, piernas. Toman el agua de la vertiente, sobreviven gracias a las huertas comunitarias, la cría de gallinas y cerdos.
Otilia (21 años) está esperando su segundo hijo, el primero lo tuvo en el hospital de Brasil, y aunque a éste le gustaría parir en la comunidad, acompañada por su suegra, Lucinda, que ayudó a parir a muchas mujeres en la aldea Tekoa, dice que irá al hospital, “porque allá los yuruá (blancos) me dan papeles (queda registrada) para cuando mi hijo o yo necesitemos volver a ir por alguna enfermedad”. Sin embargo si a las mujeres que tienen sus partos en la comunidad, el Gobierno provincial (el Registro de las Personas) les diera el papel que les permitiera inscribir a los chicos, ellas preferirían tener en el opy. La mayoría de los guaraníes no tiene documentos, una de las grandes deudas, junto con la atención sanitaria, del Estado provincial hacia los pueblos originarios de Misiones. (Publicado en Febrero de 2010
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