Dos jóvenes paraguayas que entregaron en adopción a sus hijos
denunciaron haber sido víctimas del accionar de una red que facilita
adopciones irregulares de niños. “Prometieron hacerme estudiar, darme
una vida mejor y dejar que de vez en cuando viera a mi hija”, relató
Ursula (16) al juez, justificando la entrega de su beba a una mujer que
parece integrar una red de adopciones ilegales.
Posadas, Misiones (Patricia López Espínola/Fotos Mónica Giménez). Antonia (22), indocumentada como Ursula, escucha los testimonios que se
parecen a los propios y también intenta dar con su hijo. El que escuchó
el testimonio es el juez de Instrucción II, José Luis Rey, que
investiga desde hace meses una probable red de adopciones irregulares
que tendría como protagonistas a reconocidos abogados del foro local.
El magistrado ya incautó documentaciones en una clínica privada donde
preparan las “panzas” para las futuras adopciones. Hace cerca de un año,
tres socios de un conocido estudio posadeño de abogados armaron “un
equipo” junto a Liliana, de nacionalidad paraguaya, encargada de
“guardar” a las chicas embarazadas; se sumaron una empleada del
Registro Provincial de las Personas, una asistente social y dos
tocoginecólogos. Los punteros de Liliana detectan embarazadas en Pindojú, un distrito paraguayo de San
Pedro del Paraná, en el Departamento de Itapúa, a muchos kilómetros de
Encarnación (Paraguay). Las hacen cruzar la frontera y quedan al “cuidado”, en una
casa ubicada en pleno centro de Posadas.
Mientras tanto los letrados van contactando a los futuros padres adoptantes.
Meses antes del parto y en esta ciudad, éstos se encuentran por primera
vez con quien lleva en sus entrañas al hijo que comprarán, y son
testigos del aleccionamiento al que son sometidas las chicas, para que
no cometan ningún error en los sucesivos pasos que tendrán que dar.
Investigación en marcha
Unos días antes del parto, ya con el
discurso aprendido, refuerzan el “vínculo” entre las madres biológicas y
los “papás”, modo en que son obligadas a llamarlos. Mientras tanto,
siguen con la promesa de darles una vida mejor; a ellas y a sus niños.
Según los testimonios de las víctimas, los abogados implicados llevaron a las “panzas en
guarda” a sus propios hogares, para que las mujeres embarazadas
limpien sus casas y cuiden a sus hijos. Increíblemente, y por si acaso
la crueldad de sacarles a sus hijos no fuese poca, no reciben pago
alguno por esos servicios domésticos. Otra parte del “trámite de
adopción” lo realiza una empleada en el Registro de las Personas, quien
acelera la constancia de pérdida del DNI, para que con ese papel puedan
ir a parir a sus hijos a un sanatorio céntrico o en la Maternidad del
Hospital Madariaga. A raíz de la investigación de la Justicia -y por una
denuncia que realizó el equipo de producción de Telenoche Investiga-
ya fue allanado el Servicio de Estadísticas del Madariaga, un sanatorio
(renombrado por sus conflictos gremiales) y el Registro Provincial de
las Personas, de donde confiscaron
documentación que comprometería a
una ex funcionaria judicial. Se hicieron reconocimientos a
varios
estudios jurídicos en busca de documentación y se secuestraron ex
pedientes de un Juzgado de Familia. Por ahora no hay detenidos; pero
la investigación continúa. Ursula tuvo una nena, Antonia un varón. Ambas
están a la espera de que la Justicia resuelva y
puedan al fin reencontrarse con sus bebés.
Documentos adulterados
Ursula
fue rememorando su historia con el único propósito de que hacerla
pública, le permita reencontrarse con su beba que ya cumplió siete
meses. “En agosto del año pasado
vine de Paraguay a ver a una amiga que me contactó con Liliana, porque
tenía gente conocida que quería un bebé. Fui a vivir a su casa, donde
cada tanto un doctor me controlaba el embarazo. En esa casa vivían más
chicas: María, Antonia, Mirta, Eugenia y otra que también se llama
Ursula. Todas estábamos embarazadas”, contó.
Cuando la joven comenzó con las contracciones, “Liliana me acompañó al sanatorio y
tuve a mi hija por cesárea, con 2,900 kilos, el 4 de noviembre, con el
mismo doctor que me revisaba siempre. Me internaron con un documento
falso donde figuraba que tenía 20 años. Tuve a mi hija un viernes a la
noche y el sábado aparecieron por el sanatorio, Viviana (33) y Osvaldo
(35), el matrimonio que se llevó a la nena. Esta mujer entró al
sanatorio como mi hermana y Liliana se hizo pasar por mi mamá. Estuve
una semana (mientras su hija permanecía en la incubadora), y en esos
días me vino a ver la abogada, que después del alta me pidió que fuera
su oficina donde entregué a mi beba a Viviana y a Osvaldo, adelante de
Liliana. Los ocho días siguientes fui llevada a la casa de un policía,
primo de Viviana, para dar de mamar a mi hijita”, recordó la menor que
recién se animó a denunciar su caso luego de caer en la cuenta de que no
volvería a ver a su hija.
“Ellos prometieron que no iban a perder el contacto, que si la entregaba
en adopción Viviana y Osvaldo me ayudarían a conseguir mis documentos, a
estudiar ...”.
La beba salió del sanatorio con un DNI donde figura
que su madre biológica es Ursula, de nacionalidad argentina, con 20 años
y domicilio en Posadas. Los testigos de la adopción de la beba ante el
Juzgado fueron la abogada y otra mujer. “Unos días antes de firmar, la
abogada y Liliana me enseñaron junto a una asistente social lo que tenía
que decir en el Juzgado”.
Ursula to davía recuerda de memoria lo que debía decir: “No puedo tener a
mi hija porque soy pobre y no estoy preparada para mantenerla. No tengo
a nadie porque mis papás están muertos”. Es que ellas dos, junto con
una asistente social -cuya firma aparece en todos los informes socio
ambientales que están en manos del juez- consiguieron un certificado de
defunción de los padres de la chica. “Pero mis papás están vivos,
gracias a Dios”, subrayó.
“Después regresé a la casa de Liliana llorando. Cuando pasaban los días y
pedía ver a mi hija, la abogada me dijo que regresara a Paraguay e
hiciera de cuenta que no pasó nada. A la semana, Liliana nos hizo cruzar
a Encarnación a Antonia y a mí, por debajo del Puente Internacional. Nos
dio 60 pesos a cada una y le pagamos 40 a una pasera para que nos
hiciera cruzar del otro lado”.
Una vez allá, las dos chicas decidieron hacer la denuncia y para ello
contaron con la ayuda de Sandra, la hija de Liliana. “Quiero recuperar a
mi hija. No me voy a quedar de brazos cruzados”, prometió la madre niña. (Publicado en Junio de 2006)
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