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10 oct 2012

"Se mueren nuestros hijos y los blancos nos piden explicaciones"

En la comunidad de Pindó Poty todo era desolación durante el entierro de Julián Acuña y Agustín Velázquez (así figura en su DNI). Después, sus padres, Leonarda (18) y Crispín (22) decidieron emigrar hacia el paraje Mandarina, un lugar más protegido y en el que podrán hacer su duelo rodeados de sus familiares más próximos. Están seguros que ahora sus hijos están a salvo, bajo el manto de una protección divina y al margen de todo peligro. “Sus espíritus se mantendrán siempre presentes en la comunidad”, dijeron.

El Soberbio, Misiones (Patricia López Espínola/ Fotos: Adrián Abad). Con certeza explicó que “antes de que llegaran los blancos, nosotros éramos un pueblo sano y lleno de paz. Nuestros hijos no morían de hambre porque teníamos suficientes recursos naturales: alimentos, carnes y frutos, y no sufríamos de enfermedades extrañas como las que nos matan hoy. No podemos defendernos de ellas. Hoy los blancos prometen que nos van a ayudar con medicamentos y doctores y jamás cumplen, pero tampoco queremos que después que pasan estas desgracias, vengan a pedirnos explicaciones”, dijo el joven.
"Ustedes deben responder por qué envenenan el aire y el agua"
“Los blancos nos preguntan ¿qué pasó?, ¿por qué murió?, pero son ustedes los que tienen que responder porque conocen bien dónde nos sentimos débiles. Este aire que respiramos hoy no es un aire limpio, está contaminado, como el agua que tomamos. Antes podíamos beber agua de cualquier pozo, de cualquier naciente, y hoy nos dicen que si bebemos ese agua nos vamos a enfermar, ¿y quién pone los venenos?.
 De alguna manera, el cacique de Santa Ana, Antonio Báez, que participó de los rituales, resumió con tristeza, pero con gran profundidad, el dolor que habitaba a todos los guaraníes, más allá de la muerte previsible de Julián, y la incomprensible de su hermanito, en la que mucho tuvo que ver la inoperancia de los médicos blancos, porque como bien dijo Javier Villalba: “A las 9 se avisó a los médicos del Hospital de Area que Agustín estaba mal, y la ambulancia con la médica llegó a la aldea a las dos y media de la tarde y el bebé murió a las dos”, relató ante la mirada baja de la directora del Hospital y otra médica presente, quienes llegaron tarde para asistir a Agustín, con la ambulancia que se encontraba en Oberá. A esta altura ya habría que preguntarse por qué Pindó Poty estaba sin la presencia de un médico o de un enfermero, teniendo en cuenta el estado de salud de Julián y de su hermanito, quien mientras estuvo en el Hospital Ricardo Gutiérrez padecía de una neumonía. En esa aldea ya murieron cuatro niños por diversas patologías, y cada que vez que se enferma alguno, deben desandar muchos kilómetros para buscar un médico. Los guaraníes no tienen ninguna otra forma de comunicación que no sea ir de a pie hasta el pueblo que que está a 35 kilómetros de distancia.

No desviar la mirada
“Por lo menos por esta vez tengan en cuenta el dolor de nuestro pueblo ante la muerte de estos niños”, pidió el aborigen Javier Villalba a todos los blancos y extraños en su tierra que estuvieron presentes durante la ceremonia de despedida a Julián Acuña y su hermano que estaba por cumplir tres meses y murió sorpresivamente, mientras preparaban los rituales del velatorio del pequeño, que regresó a laaldea después de casi un año de ausencia, debido a su patología cardíaca.
Ahora en la comunidad aborigen quedan más de 20 familias que tienen muchos hijos y a la mayoría se los escucha toser, caminar débiles con sus pancitas hinchadas. Será cuestión de que los blancos no sigan desviando las miradas, ni de esa aldea ni de ninguna otra. Sin ir más lejos, en la comunidad de Jeji, que también pertenece al Municipio de El Soberbio, en estos días está luchando por su vida un niño de tres años, desnutrido, y con un peso inadecuado para su edad. ¿Cuánto tiempo pasará para que otra vez la desgracia golpee a alguna otra comunidad?.

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