Nunca había ocurrido.
La tragedia del suicidio nunca -hasta ahora-había abierto sus brazos en
una comunidad mbya guaraní de Misiones. A las muertes por desnutrición,
neumonía, tuberculosis, desatención en los hospitales públicos y
alimentación deficiente, ahora se sumó el fantasma del suicidio de dos
jóvenes en la comunidad de Fortín Mbororé, en Iguazú, la ciudad de las
Cataratas.
Puerto Iguazú, Misiones (Patricia López Espínola). En las 225 hectáreas que conforman la aldea y habitan 174 familias que
albergan a casi 300 jóvenes, el sin sentido se adueñó del lugar. El
cacique Silvino Moreyra se siente desvastado porque la muerte además
golpeó a su propia familia, ya que de los adolescentes Julio Martínez
(15) y Víctor Moreyra, éste era su propio sobrino, quien decidió
quitarse la vida un 21 de septiembre, fecha en que los mbya guaraní
celebran la llegada del Año Nuevo. “Desde que pasó esto estamos hablando
con nuestros jóvenes para tratar de entender qué pasó, y poder
ayudarlos. Julio estaba de paso en nuestra comunidad, vino de visita de
Okoy (comunidad cercana a Santa Rosa, Brasil), era un chico tranquilo, y
de repente los policias indígenas que estaban haciendo la recorrida, lo
encontraron colgado de un árbol. Mi sobrino hizo la mismo… Gracias a
Tupá (Dios) se pudo evitar que Bernardo (Ojeda, 22 años) hiciera lo
mismo, lo encontraron justo a tiempo cuando estaba preparando la soga.
Hace 17 años que esto al frente de esta comunidad y jamás vimos algo
así, suelen haber discusiones y peleas, pero jamás semejante tragedia!”,
dijo el cacique.
Crisis de espiritualidad
En Fortín Mbororé sostienen que hay
una crisis de espiritualidad entre los mbya, y la atribuyen a la
fragmentación que hubo desde que se reglamentó el Consejo de Ancianos y
Guías Espirituales y Caciques de la Nación Guaraní. “Hasta ese momento
nuestros jefes máximos eran los hombres espirituales que estaban dentro
de la comunidad, promovían los rituales y las danzas; pero cuando se
impuso, a tarvés de un decreto del ex gobernador Carlos Rovira, que se
reconozca al Consejo de Caciques, de la política se ocupó ese Consejo y
provocó la desunión y así estamos hoy. Queremos ser reconocidos como
caciques porque cuando hay problemas en la comunidad, somos nosotros los
que tenemos que enfrentarlos”, reclamó Moreyra.
El Consejo de Caciques de la Nación Guaraní es una asociación con
personería jurídica que creó el Estado de Misiones. Sin embargo para los
mbya, el único jefe espiritual es el opyguá que nace con un don, y con
ese don se lo reconoce como jefe espiritual, el resto es un imposición
de los blancos.
El cacique de Mbororé sostuvo que gran parte de la crisis de
espiritualidad que padecen se debe a la presencia de iglesias
evangélicas, que “prácticamente se adueñaron de nuestras comunidades y
son las que provocan la pérdida espiritual. Así, los jóvenes, los niños
crecen con una mentalidad ajena a nuestras costumbres”.
Turismo voyeur
Fortín Mbororé forma parte del circuito turístico
que incluye a las Cataratas del Iguazú. Esto ocurre desde que las
autoridades de la comunidad, firmaron un convenio por 10 años con la
Agencia de Turismo Cuenca del Plata, quien vende paquetes turísticos
que incluye paseos por la comunidad, y que consiste en recorrer el
predio, el guía le explica en qué consisten las trampas para cazar
animales, le muestra los materiales con los que construyen las chozas
originales, las huertas comunitarias, el coro infantil canta para ellos,
les ofrecen que compren un CD grabado por el coro de Mbororé y los
productos de 24 artesanos que mbya que están expuestos en una casa de
artesanias dentro de la comunidad. Todo el circuito dura más o menos una
hora y media.
El cacique no responsabiliza a ese circuito turístico, la crisis
espiritual que vive Mbororé. “No creo que el turismo influya. La
responsabilidad es nuestra como autoridades de la aldea, y de los padres
de los jóvenes que han descuidado su educación. Les permitimos que
salgan a la ciudad y de esa manera tomaron contacto con el juego, el
alcohol y la droga. Fallamos al no continuar con nuestros ritos y no
seguir con nuestras costumbres culturales. En la mayoría de las
comunidades casi no tenemos guias espirituales y sacerdotes que nos
ayuden con sus oraciones”.
A pesar de el cacique Moreyra sostuvo que la intromisión del turismo no
hizo mella en sus costumbres ancestrales, lo cierto es que a la
comunidad ingresan de 15 a 20 turistas dos o tres veces por semana. Por
ese ingreso, los cinco guías mbya reciben 10 pesos por turista. Además,
unos 160 guaraníes venden artesanías en la zona de Cataratas, y otros
tanto dan vueltas vendiendo en el centro de la ciudad durante la noche.
“Para nosotros el turismo es importante porque significa una salida
laboral, y a los que nos critican por ese tema, les digo que venagan
ellos a solucionarnos los problemas. El Estado nos tiene olvidades y
tenemos necesidades para poder sobrevivir”, dijo.
La cultura como montaje turístico
La antropóloga social y docente
de la Universidad Nacional de Misiones, Ana María Gorosito, está en
contra de que el turismo ingrese a las comunidades mbya guaraní. “A
cualquiera de ellas, sin excepción. Creo que el turismo y los derechos
culturales de los pueblos no van de la mano para nada. Ni aún en la
vertiente que realiza el Proyecto MATE en la aldea de Iryapú de Iguazú,
donde sé que el itinerario va por un lado y los turistas van por otro
sin necesidad de ingresar a la aldea. De todos modos, convertir a la
propia cultura en un montaje, en situaciones de alta vulnerabilidad como
están nuestros aborígenes, conlleva una posibilidad muy alta de
deterioro”, indicó.
“Quizás, si uno piensa en los pueblos indígenas de otros países que
alcanzaron la plenitud de sus derechos, y que deciden ingresar a la
industria cultural dentro dentro de un conjunto de estrategias
económicas, y además poseen mucha fortaleza interna ante la sociedad,
pueden llegar a funcionar perfectamente. Pero en los pueblos originarios
de Misiones, y especialmente en las comunidades de Fortín Mbororé e
Iryapú donde les robaron más de 300 hectáreas para construir hoteles en
nombre de la expansión del turismo, donde hay frecuentes casos de
desnutrición y de manipulación de parte del hombre blanco, el turismo se
vuelve un ingrediente que presiona más a éstas comunidades que
comienzan a tomar a su propia cultura como un montaje para la recepción
de dinero, cuando es la cultura la que está en peligro. En Misiones eso
es letal, por más bien intencionada que sean las personas que lleven
adelante semejante proyecto”.
Para la antropóloga social, “lamentablemente ese accionar termina siendo
un manoseo. En realidad, ninguno de los proyectos turísticos que hay en
la provincia tiene en cuenta a las personas. Y sino, veamos lo que pasa
en San Ignacio y en Iguazú en relación a la población, y no
necesariamente hablo de la población guaraní. El turismo no los
benefició ni lo motorizó nunca. Gran parte de esas ciudades turísticas
se convirtieron en un espectáculo caro, pero para otros. A la población
de esos lugares el turismo no los convoca ni los moviliza en absoluto.
Es un flujo de inversión económica que pasa por otro lado, y no es
precisamente el lado de la gente que vive en esas zonas. En el caso de
los guaraníes es patético ver cómo son expuestos en su vulnerable
pobreza antes los ojos de los turistas sobre todo extranjeros, con otras
costumbres que andan en busca de nuevas sensaciones que pagan porque
para eso tienen un gran poder adquisitivo”, aseveró Ana Gorosito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario