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10 oct 2012

Suicidios de guaraníes, suman mayor vulnerabilidad en las aldeas

Nunca había ocurrido. La tragedia del suicidio nunca -hasta ahora-había abierto sus brazos en una comunidad mbya guaraní de Misiones. A las muertes por desnutrición, neumonía, tuberculosis, desatención en los hospitales públicos y alimentación deficiente, ahora se sumó el fantasma del suicidio de dos jóvenes en la comunidad de Fortín Mbororé, en Iguazú, la ciudad de las Cataratas.

Puerto Iguazú, Misiones (Patricia López Espínola). En las 225 hectáreas que conforman la aldea y habitan 174 familias que albergan a casi 300 jóvenes, el sin sentido se adueñó del lugar. El cacique Silvino Moreyra se siente desvastado porque la muerte además golpeó a su propia familia, ya que de los adolescentes Julio Martínez (15) y Víctor Moreyra, éste era su propio sobrino, quien decidió quitarse la vida un 21 de septiembre, fecha en que los mbya guaraní celebran la llegada del Año Nuevo. “Desde que pasó esto estamos hablando con nuestros jóvenes para tratar de entender qué pasó, y poder ayudarlos. Julio estaba de paso en nuestra comunidad, vino de visita de Okoy (comunidad cercana a Santa Rosa, Brasil), era un chico tranquilo, y de repente los policias indígenas que estaban haciendo la recorrida, lo encontraron colgado de un árbol. Mi sobrino hizo la mismo… Gracias a Tupá (Dios) se pudo evitar que Bernardo (Ojeda, 22 años) hiciera lo mismo, lo encontraron justo a tiempo cuando estaba preparando la soga. Hace 17 años que esto al frente de esta comunidad y jamás vimos algo así, suelen haber discusiones y peleas, pero jamás semejante tragedia!”, dijo el cacique.

Crisis de espiritualidad
En Fortín Mbororé sostienen que hay una crisis de espiritualidad entre los mbya, y la atribuyen a la fragmentación que hubo desde que se reglamentó el Consejo de Ancianos y Guías Espirituales y Caciques de la Nación Guaraní. “Hasta ese momento nuestros jefes máximos eran los hombres espirituales que estaban dentro de la comunidad, promovían los rituales y las danzas; pero cuando se impuso, a tarvés de un decreto del ex gobernador Carlos Rovira, que se reconozca al Consejo de Caciques, de la política se ocupó ese Consejo y provocó la desunión y así estamos hoy. Queremos ser reconocidos como caciques porque cuando hay problemas en la comunidad, somos nosotros los que tenemos que enfrentarlos”, reclamó Moreyra.
El Consejo de Caciques de la Nación Guaraní es una asociación con personería jurídica que creó el Estado de Misiones. Sin embargo para los mbya, el único jefe espiritual es el opyguá que nace con un don, y con ese don se lo reconoce como jefe espiritual, el resto es un imposición de los blancos.
El cacique de Mbororé sostuvo que gran parte de la crisis de espiritualidad que padecen se debe a la presencia de iglesias evangélicas, que “prácticamente se adueñaron de nuestras comunidades y son las que provocan la pérdida espiritual. Así, los jóvenes, los niños crecen con una mentalidad ajena a nuestras costumbres”.

Turismo voyeur
Fortín Mbororé forma parte del circuito turístico que incluye a las Cataratas del Iguazú. Esto ocurre desde que las autoridades de la comunidad, firmaron un convenio por 10 años con la Agencia de Turismo Cuenca del Plata,  quien vende paquetes turísticos que incluye paseos por la comunidad, y que consiste en recorrer el predio, el guía le explica en qué consisten las trampas para cazar animales, le muestra los materiales con los que construyen las chozas originales, las huertas comunitarias, el coro infantil canta para ellos, les ofrecen que compren un CD grabado por el coro de Mbororé y los productos de 24 artesanos que mbya que están expuestos en una casa de artesanias dentro de la comunidad. Todo el circuito dura más o menos una hora y media.
El cacique no responsabiliza a ese circuito turístico, la crisis espiritual que vive Mbororé. “No creo que el turismo influya. La responsabilidad es nuestra como autoridades de la aldea, y de los padres de los jóvenes que han descuidado su educación. Les permitimos que salgan a la ciudad y de esa manera tomaron contacto con el juego, el alcohol y la droga. Fallamos al no continuar con nuestros ritos y no seguir con nuestras costumbres culturales. En la mayoría de las comunidades casi no tenemos guias espirituales y sacerdotes que nos ayuden con sus oraciones”.
A pesar de el cacique Moreyra sostuvo que la intromisión del turismo no hizo mella en sus costumbres ancestrales, lo cierto es que a la comunidad ingresan de 15 a 20 turistas dos o tres veces por semana. Por ese ingreso, los cinco guías mbya reciben 10 pesos por turista. Además, unos 160 guaraníes venden artesanías en la zona de Cataratas, y otros tanto dan vueltas vendiendo en el centro de la ciudad durante la noche. “Para nosotros el turismo es importante porque significa una salida laboral, y a los que nos critican por ese tema, les digo que venagan ellos a solucionarnos los problemas. El Estado nos tiene olvidades y tenemos necesidades para poder sobrevivir”, dijo.

La cultura como montaje turístico

La antropóloga social y docente de la Universidad Nacional de Misiones, Ana María Gorosito, está en contra de que el turismo ingrese a las comunidades mbya guaraní. “A cualquiera de ellas, sin excepción. Creo que el turismo y los derechos culturales de los pueblos no van de la mano para nada. Ni aún en la vertiente que realiza el Proyecto MATE en la aldea de Iryapú de Iguazú, donde sé que el itinerario va por un lado y los turistas van por otro sin necesidad de ingresar a la aldea. De todos modos, convertir a la propia cultura en un montaje, en situaciones de alta vulnerabilidad como están nuestros aborígenes, conlleva una posibilidad  muy alta de deterioro”, indicó.
“Quizás, si uno piensa en los pueblos indígenas de otros países que alcanzaron la plenitud de sus derechos, y que deciden ingresar a la industria cultural dentro dentro de un conjunto de estrategias económicas, y además poseen mucha fortaleza interna ante la sociedad, pueden llegar a funcionar perfectamente. Pero en los pueblos originarios de Misiones, y especialmente en las comunidades de Fortín Mbororé e Iryapú donde les robaron más de 300 hectáreas para construir hoteles en nombre de la expansión del turismo, donde hay frecuentes casos de desnutrición y de manipulación de parte del hombre blanco, el turismo se vuelve un ingrediente que presiona más a éstas comunidades que comienzan a tomar a su propia cultura como un montaje para la recepción de dinero, cuando es la cultura la que está en peligro. En Misiones eso es letal, por más bien intencionada que sean las personas que lleven adelante semejante proyecto”.
Para la antropóloga social, “lamentablemente ese accionar termina siendo un manoseo. En realidad, ninguno de los proyectos turísticos que hay en la provincia tiene en cuenta a las personas. Y sino, veamos lo que pasa en San Ignacio y en Iguazú en relación a la población, y no necesariamente hablo de la población guaraní. El turismo no los benefició ni lo motorizó nunca. Gran parte de esas ciudades turísticas se convirtieron en un espectáculo caro, pero para otros. A la población de esos lugares el turismo no los convoca ni los moviliza en absoluto. Es un flujo de inversión económica que pasa por otro lado, y no es precisamente el lado de la gente que vive en esas zonas. En el caso de los guaraníes es patético ver cómo son expuestos en su vulnerable pobreza antes los ojos de los turistas sobre todo extranjeros, con otras costumbres que andan en busca de nuevas sensaciones que pagan porque para eso tienen un gran poder adquisitivo”, aseveró Ana Gorosito.

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