Campo Grande, Misiones (Por Patricia López Espínola). En junio del 2006, Crispín y Leonarda atravesaron la tragedia de perder dos hijos: Julián (4) y Agustín de apenas tres meses, quien murió horas después que su hermano, como consecuencia de una neumonía, y de la desidia de los médicos del Hospital de El Soberbio, que hicieron oídos sordos al pedido de una ambulancia solicitada desde la comunidad Pindó Poty, ubicada a 35 kilómetros del pueblo.
A partir de ese momento, los jóvenes padres decidieron emigrar hacia Sarakura -una pequeña aldea que pertenece a la localidad de 25 de Mayo donde viven nueve familias, y cuyo cacique es Angel Franco- como una manera de dejar atrás tanto dolor provocado por el mal del viento, el mal del río que se llevó a su hijo que ya descansa en la tierra sin mal.
Una larga travesía
En una soleada tarde de julio, mientras Leonarda y Crispín Acuña estaban de paso en la comunidad la Florida, Campo Grande, recibieron la visita de la realizadora Ximena González, quien les propuso ver el documental que da cuenta de la larga espera que soportaron Julián y sus padres en una ciudad hostil, mientras los yuruá (blancos) decidían sobre el destino del niño.
Ante la falta de electricidad en la comunidad, y gracias a la generosidad de un colono, Jorge Maciel que ofreció su casa para la proyección, Crispín, Leonarda, sus tres hijos Cecilia (5), Abel (3) y Lorenza de diez meses, y un grupo de paisanos de la Florida, se trasladaron varios kilómetros, atravesando el arroyo El Torto, por un puente construido precariamente, dispuestos para el gran acontecimiento...
Atravesados por la tristeza
En la chacra de Elma y Jorge Maciel, ubicada en la ruta del kilómetro 8 de Colonia Florida, se armó una improvisada sala de cine en la que los hombres, mujeres amantando a sus bebés, y los niños, se prendieron absortos y atentos a esa tela blanca colgada del techo donde se respiraba la quietud de la angustiante espera, algunas sonrisas, la vida misma de esa familia mbya guaraní que -sin quererlo- fue protagonista del primer debate sobre la medicina occidental y la medicina aborigen conformando un complejo caso de interculturalidad que se dio en la Argentina.
Entre los espectadores mbya guaraní acomodados frente a la pantalla, Leonarda y Crispín observaban atentos, ensimismados, con sus miradas tristes que se reconocían atravesados en esos otros ojos grandes, los de su hijo Everá, “el elegido por Dios", que les devolvía el documental "Mal del Viento".
Casi en la mitad de la proyección, el joven guaraní salió de la sala para atender a su hija, y ante la pregunta acerca de qué sentía sobre lo que había visto, musitó: "estoy muy triste. Leonarda y yo estamos muy tristes, porque perdimos al Julián y Agustín. Cuesta mucho reponernos, por eso fuimos de Pindó Poty a Sarakura, para empezar de nuevo, estamos muy doloridos todavía...", dijo.
También reconoció que después de la tragedia, tuvieron la alegría de la llegada de sus otros tres hijos que Leonarda tuvo por parto natural en Sarakura, con la partera Gloria. "Ahora nos estamos recuperando más con la llegada de nuestros tres hijos. Por suerte los chicos son sanitos, a veces nos da miedo que se enfermen como el Julián, por eso los vamos controlando".
Señaló que en Sarakura se sieten abandonados porque es una comunidad chica, cerrada y lejos de todo contacto. "Queremos alguna ayuda, por ahora me arreglo con lo que me paga mi patrón cuando trabajo en la chacra, pero necesitamos abrigo y leche para los chicos. Me anoté para cobrar el salario universal (Asignación Universal por Hijo) pero todavía no me salió, y (la Dirección de) Asuntos Guaraníes no aparece por nuestra comunidad. Todo nos cuesta mucho", insistió con la mirada baja, como si le costara reclamar algo que por derecho le corresponde a su familia, y a tantas otras que habitan la tierra colorada. (Publicado en Julio de 2012)
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